miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cambio=lo mismo. Un toque de existencialismo de carcajadas.

Tal vez soy poco observador, o al contrario, observo más de lo que debo, pero al hablar de cambios, todo se reduce a lo mismo, el mismo lote, la misma esquina, las mismas dos torres, que en realidad siempre habían sido tres. El mismo vecino del frente, con la puerta blindada y tumbado de gangster barato y mal vestido; el mismo perro que ahuyentó a la pareja del apartamento de al lado. Tal vez todo es igual, o todo cambia para que todo sea igual. Qué paradójico, se podría pensar. Más que paradójico, existencialista. Ja ja ja. Sí, una risa, una risa de recuerdo, de aquel parque verde en el que elevaba las cometas, o bueno, veía como las elevaban, en agosto, mientras pasaba en el carro de doña Patricia; pero, eso cuenta, ¿cierto? Tuve la intención de elevarlas alguna vez, pero seguramente las idas por helado, o la televisión monótona pudieron más que la intención, que ahora muere en medio del lote, chocando con un par de edificios amarillos, y algo disformes, o bueno, tal vez bonitos. Cada quien con su gusto, dicen por ahí, no soy quién para alegar con eso. La misma esquina, por la cual siempre pasaba, y un día, la esquina quiso crecer y tuvo una panadería y la panadería entonces quiso crecer, siguiendo el ejemplo de la esquina, y se volvió una discoteca de tres pisos, en la cual se hace pan crema, y unas almojábanas que llenaban el plato del desayuno. Y bueno, las torres, que nunca fueron dos y siempre fueron tres, dos físicas y una simbólica que algún día optó por hacerse tangible; después de un año, ¡SORPRESA! Pero todo se reduce a números, que no entiendo, o no quiero entender, o sí quiero entender, pero son ellos los que no me quieren entender. Ja ja ja, otra risa de recuerdo, uno de tantos, que siempre fueron el mismo; el matón con cadena de oro y sonrisa de cincuentón pedófilo, con la misma maleta en la cual nunca entendí qué cargaba, y tal vez no era bueno saberlo, o sí lo era… nuevamente, impulsos existencialistas. El mismo perrito, barbudo, y gris, que ahora es más negro, pero no deja de ser gris, que ahora es Luna y antes era Lola, pero no deja de ser el mismo. El mismo perrito, pequeño y bulloso, que atacó una vez a la fea de al lado, ja ja ja. Pero todo es lo mismo, nadie cambia, o todo cambia, pero el cambio no deja de ser un ciclo que hace que todo se vea igual. Todo se reduce a paradojas existenciales que se burlan al mirarte al espejo. Algo así como el tiempo, que se mofa de ti con todas las arrugas que desdibujan la estética social. Y el sueño, como siempre asedia, no hay nada nuevo, todo es lo mismo. Por cierto, ¿menciones que compre un arete nuevo?

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